El apoyo de Occidente a la defensa de Ucrania se ha sostenido en dos pilares: el régimen de sanciones económicas y el envío de armas y equipo de defensa. Este último recurso ha sido un instrumento privilegiado de las potencias mundiales al momento de librar guerras por delegación o “proxy wars” y puede llegar a inclinar definitivamente la balanza en favor de uno de los beligerantes.
Un conflicto histórico que se dirimió fundamentalmente a partir de la intervención de potencias extranjeras fue la guerra civil española, en la que el apoyo aéreo y militar otorgado por los gobiernos fascistas de Italia y Alemania fueron cruciales para inclinar el desenlace a favor de los franquistas. Si bien el bando republicano contó con apoyo militar de la Unión Soviética, e incluso fusiles y municiones mexicanos, fue insuficiente en calidad y sofisticación para hacer frente a la intervención militar masiva de los gobiernos del eje.
Durante la Guerra Fría era común que los países intervenidos se inundaran con armas, muchas veces buscando confundir sobre su origen o intentando esconder la ruta de provisionamiento, como en el caso del escándalo Irán-Contra para armar a las guerrillas en Centroamérica. Pero quizá la referencia más pertinente para el caso sea la Operación Ciclón, mediante la cual la CIA aprovisionó con armamento a los muyahidines afganos para hacer frente a la ocupación soviética durante los años ochenta.
Inicialmente, el apoyo se limitó a armas de origen soviético, como kalashnikovs y morteros de 82 milímetros, pero tanto el poder de fuego como los montos de financiamiento fueron escalando progresivamente hasta que en 1986 se entregaron los primeros misiles antiaéreos Stinger, que posibilitaron la destrucción de tres helicópteros soviéticos en su primer día de uso y 270 en el curso de dos años.
En el contexto de la guerra en Ucrania, Estados Unidos ha autorizado el envío de paquetes de ayuda militar por un valor cercano a los cuatro mil millones de dólares, mientras que la Unión Europea y sus estados miembros han aportado otros tantos. Los envíos incluyen artillería (howitzers), misiles antitanques (javelins) y misiles antiaéreos (stingers); así como drones que pueden convertirse en bombas (switchblade).
Sin embargo, en los envíos no se incluyen tanques americanos ni jets MiG-29. Para evitar la confrontación directa con Rusia, el armamento donado debe ser eminentemente defensivo.
El reforzamiento militar ha sido efectivo para causar bajas significativas al ejército ruso: las autoridades ucranianas aseguran haber destruido más de 800 tanques rusos y 2,000 vehículos ligeros de combate.
Es de destacar que uno de los principales golpes del ejército ucraniano: el hundimiento del navío almirante del ejército ruso en el Mar Negro, el Moskva, se habría conseguido con misiles Neptuno, desarrollados localmente por Ucrania a partir de modelos soviéticos.
Si bien la relevancia del fortalecimiento militar de Ucrania para hacer frente a la invasión rusa es incuestionable en el corto plazo, no deja de preocupar el eventual trasiego de estas armas y la posibilidad de que terminen en manos equivocadas, multiplicando los efectos indeseables de la guerra. En el Afganistán de hoy, los talibanes cuentan con equipamiento militar de vanguardia, estimado en miles de millones de dólares, cortesía de los delirios de imposición de la democracia de la superpotencia.
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